martes, 13 de enero de 2009

Beso




¿Qué es más blanco, más luminoso? ¿El mármol del que está hecha o la luz que desprende? ¿El gesto?

La intensidad de la composición nace de esa blancura y de la postura de los componentes, espiral de cuerpos, abandonada ella, tenso él, cayendo sin voluntad completa sobre ella. El blanco y el gesto se aúnan para atrapar toda la atención, el resto desaparece. Ella cae sobre la lectura de él, su anterior ocupación, su última atención antes de que se dejaran llevar hacia este beso eterno que los contiene, esclavos de su abrazo, espiral eterna que la piedra, la blancura de la piedra, evidencia, camuflando el latir de las sienes, el galope alocado del corazón, la difuminación de los labios que se deshacen cubiertos de fluidos compartidos, los pezones tersos, la incipiente erección.

Y las manos que vuelan, como pesos muertos las de ella, como pájaros que giran las de él, sin rozar apenas la piel femenina, erizada e hipersensible, por la intensidad del instante. Todo el peso de ella gravita en su codo derecho, el brazo que se pliega para disminuir el espacio entre ellos, mientras que el izquierdo se adapta al cuello viril, convirtiéndose en el ancla que la feminidad ha calado en su evidente masculinidad, clave para su abandono.

Rodin se quejaba de la falta de evocación de esta obra, porque los personajes atrapaban toda la atención. Y es que para esta observadora son los personajes la evocación misma y nosotros, pobres espectadores, nos perdemos, navegando en los fluidos que ellos intercambian, como en una tormenta que recorre cada uno de los minúsculos elementos que nos componen.

Yo quisiera ser apenas el roce, apenas el centímetro cuadrado que él roza en el muslo de ella y que supone la mínima ruptura de su indiferencia, de su tensión, de su reserva, la puerta al abandono que ella ya le ha regalado porque si no, jamás hubiera sido capaz de viajar por la espiral de su beso. Yo quiero ser el tobillo de ese pie adaptado al gesto, a la postura, elevado para permitir la contorsión del cuerpo. Yo quiero ser la sombra que la luz forma para dar evidencia a ese tobillo, como un sueño.


1 comentario:

Alamut dijo...

Es curioso, aquel que fue ya no es. Pero queda la intensa sensación de estar perdida en esta blancura mientras fuera caía la nieve. La soledad en el jardín del museo Rodin bajo una nevada intensa, sola, frente a la Puerta del Infierno...